Este año, la celebración alcanzó una dimensión sin precedentes. Colegios, comunidades, artesanas, zoológicos y eventos culturales de todo el país unieron esfuerzos para integrar la conservación en sus tradiciones. Las iniciativas fueron tan diversas como inspiradoras: titíes elaborados con tusas de maíz, desfiles al estilo de la Feria de las Flores de Medellín, murales que llenaron de color las paredes de escuelas y comunidades, e incluso galletas con forma de tití cabeciblanco, horneadas para recaudar fondos destinados a nuestro Programa de Conservación de Bosques.Todos estos esfuerzos compartieron un mensaje poderoso: la conservación florece cuando echa raíces en la cultura y se nutre de la creatividad.
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De Los Límites a un país unido
La historia del Día del Tití Cabeciblanco comenzó en Los Límites, un pequeño corregimiento de Luruaco, Atlántico, donde Proyecto Tití ha trabajado por más de una década junto a las comunidades locales para proteger el bosque seco tropical. Agradecidos por las oportunidades y el sentido de orgullo que la conservación les había brindado, los habitantes decidieron rendir homenaje al tití.Así, en 2008, organizaron el primer Día del Tití, una jornada llena de alegría y creatividad: los niños llevaron máscaras de tití, los músicos animaron la celebración con ritmos tradicionales, las artesanas presentaron productos sostenibles, y se eligió a una figura muy especial —la Reina del Tití Cabeciblanco, símbolo de orgullo y compromiso con la naturaleza.

Con el paso de los años, la celebración trascendió las fronteras de Los Límites. Colegios de Atlántico, Bolívar y Sucre, junto con nuevas comunidades, adoptaron al tití cabeciblanco como un verdadero símbolo de identidad colombiana. Lo que nació como una jornada local se ha convertido hoy en un movimiento que dura todo un mes, capaz de unir a miles de personas en torno a la conservación, la alegría y el orgullo cultural.


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Nuevas comunidades, nueva energía
Uno de los logros más conmovedores de este año fue la participación de comunidades que nunca antes habían estado vinculadas a los programas de Proyecto Tití. Gracias al liderazgo de la Secretaría de Educación de la Gobernación del Atlántico, escuelas de todo el departamento se animaron a organizar sus propias celebraciones inspiradas en el tití cabeciblanco. Con pocos recursos, pero con una creatividad desbordante, profesores y estudiantes transformaron sus aulas y espacios comunitarios en escenarios llenos de color, alegría y compromiso por la conservación. Hubo obras de teatro sobre los titíes y la protección de sus bosques, además de desfiles escolares donde los niños se disfrazaron como “pequeños titíes”.El mensaje fue claro y poderoso: el tití cabeciblanco es tan colombiano como tú y como yo.
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Arte, teatro y música son apoyo para la conservación
El verdadero poder de esta celebración radica en su creatividad. Este año, las actividades incluyeron obras de teatro, bailes y canciones que dieron vida a la importancia de conservar al tití cabeciblanco. Los estudiantes, además, escribieron poemas, fábulas e incluso acrósticos con las letras de “tití cabeciblanco”, transmitiendo mensajes de cuidado y respeto por la naturaleza. Las expresiones visuales también resultaron inspiradoras. Los salones se llenaron de carteleras, murales y afiches que mostraban a los titíes conviviendo en armonía con las personas. Con materiales cotidianos —botellas plásticas, retazos de tela, cartón y recortes de revistas coloridas— se crearon disfraces y máscaras que se transformaron en símbolos de conservación. Estas creaciones no fueron simples tareas escolares: fueron auténticas declaraciones de orgullo y compromiso.

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Un giro cultural: el “Desfile de Silleteros”
Entre tantas iniciativas, una destacó con especial fuerza: el Desfile de Silleteros. Inspirados en la tradicional Feria de las Flores de Medellín, los niños llevaron sobre sus espaldas coloridas silletas hechas a mano, decoradas con imágenes de titíes. Cada silleta contaba una historia: titíes saltando entre los árboles, bosques renaciendo gracias a la restauración, o los peligros que enfrenta la naturaleza por la deforestación. Al adaptar una tradición tan querida a la conservación, el desfile creó un puente cultural. Demostró que proteger la vida silvestre no está separado de nuestra identidad colombiana: es parte fundamental de ella. Muchos sueñan con que, algún día, estas silletas de titíes desfilen junto a las creaciones de la Feria de las Flores en Medellín.

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Maíz y conservación: el Festival del Maíz
La creatividad no se limitó a las aulas. En el Festival del Maíz en Baranoa, artesanos y familias celebraron tanto al maíz como al tití cabeciblanco, destacándolos como símbolos de identidad local. Entre las actividades, las figuras de titíes hechas con las tusas de la mazorca se convirtieron en uno de los mayores atractivos, fusionando tradición cultural y conciencia ambiental. Los niños participaron en juegos como el Tití Twister, donde aprendieron, entre risas y diversión, sobre la pérdida de hábitat y el tráfico ilegal de fauna. De esta manera, maíz y titíes se unieron como emblemas de una Colombia resiliente y orgullosa de su riqueza natural.

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Zoológicos y familias se suman a la fiesta
La celebración también se trasladó a los espacios urbanos. En el Zoológico de Barranquilla, los fines de semana se llenaron de familias que participaron en actividades interactivas para conocer al tití cabeciblanco. A través de juegos, talleres de arte y presentaciones, niños y niñas descubrieron que este primate habita muy cerca de sus hogares. La colaboración entre instituciones culturales, colegios y conservacionistas permitió ampliar el alcance de la celebración, garantizando que el mensaje de protección del tití cabeciblanco llegara a diferentes generaciones y rincones del país.


Conservación en versos
La creatividad de los estudiantes fue realmente sorprendente. Elaboraron acrósticos, videos y murales que trascendieron los límites del aula. En un video de la Fundación Roca Madre, los niños compartieron con amor y pasión la importancia de conservar. VER VIDEO
En el Colegio Dairo Arrieta Yépez, los estudiantes presentaron obras que combinaron conocimiento y orgullo, mostrando cómo la educación ambiental puede integrarse con la expresión artística. VER VIDEO
Estos proyectos demostraron que la educación en conservación no tiene que limitarse a los estudios científicos: puede vivir en el arte, la música y las historias. Y cuando lo hace, genera conexiones emocionales que perduran mucho más allá de la celebración.
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¿Por qué importa la creatividad en la conservación?
La conservación suele basarse en datos, investigaciones y políticas, pero este Mes del Tití Cabeciblanco nos recordó que la creatividad es igual de esencial. El arte, el teatro, la música y las tradiciones culturales llegan al corazón de maneras que las estadísticas jamás podrían. Al arraigar la conservación en el orgullo cultural, la celebración convirtió la conciencia en un verdadero sentido de pertenencia. El tití cabeciblanco dejó de ser “una especie en peligro allá afuera” para convertirse en “nuestro tití, nuestros bosques, nuestro patrimonio”. Esa conexión emocional es, sin duda, la base de una conservación duradera y significativa.
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Reflexiones finales
Para todos en Proyecto Tití, el Mes del Tití Cabeciblanco es mucho más que un festival: es un testimonio vivo del poder de la comunidad, la cultura y la creatividad en la conservación. Desde los titíes elaborados con tusas de mazorca en Baranoa hasta los desfiles de silleteros en los colegios; desde los murales, danzas y proyectos artísticos hasta las actividades en zoológicos, la celebración ha crecido de formas que jamás imaginamos. Este mes nos recuerda al mundo que el tití cabeciblanco no es solo una especie en peligro: es un tesoro nacional, 100% colombiano. Así como el maíz alimenta nuestros cuerpos, el tití nos recuerda nuestra responsabilidad de proteger los bosques que dan vida. Cada agosto celebramos, pero todos los días seguimos trabajando: protegiendo bosques, apoyando comunidades y asegurando que los titíes cabeciblancos permanezcan en libertad. Porque conservar no es solo salvar especies: es celebrar la vida, mantener las conexiones y garantizar que las nuevas generaciones hereden una Colombia tan rica en cultura como en biodiversidad.
“El tití cabeciblanco es nuestro: nuestro orgullo, nuestra historia, nuestra responsabilidad.”
— Profesora Nevis

